Ponte en mis zapatos

Esta semana les propongo que cambiemos de zapatos para ampliar nuestro mapa del mundo y favorecer una comunicación sana.

De acuerdo con la PNL (Programación Neurolingüística), cada persona crea su propio mapa de la realidad desde los Sistemas Representacionales es decir, a partir de nuestros sentidos.  Incluso cuando podemos usar nuestros cinco sentidos, parece ser que hay uno que prevalece sobre los otros, y éste le dará su toque a nuestra propia realidad o propio mapa. Además de los Sistemas Representacionales hay que tomar más factores en cuenta, sin embargo, hoy me gustaría detenerme sobre este aspecto más específicamente.

Los Sistemas Representacionales se establecen de la siguiente manera: visual, auditivo y kinestésico. En  su libro, PNL para todos, Rosetta Forner explica que el visual percibe la realidad mediante las imágenes y tiende a usar palabras que refieren al sentido de la vista; por ejemplo usará expresiones como “Ya veo lo que me dices.” En cambio, el auditivo se representará la realidad más bien mediante los sonidos y la entonación; tenderá a usar palabras relacionadas con el oído,  tipo: “me suena mal esta idea.” El kinestésico creará su mapa a través de sensaciones, olores y sabores; será más sensible al tacto, a las texturas y tenderá a expresarse con palabras relacionadas con dichas sensaciones. ¿Les huele rara esta teoría?

Bueno, la idea de cambiarnos de zapatos tiene que ver con esto. A veces, es difícil comunicarnos o darnos a entender porque no compartimos el mismo mapa de la realidad y no hace falta compartirlo pero creo que sí ser capaz de vislumbrar el del otro.

Imaginemos que un kinestésico y un audtivo fueron a cenar. Si les preguntamos cómo les fue, puede suceder lo siguiente: el kinestésico comentará que olía muy rico, la comida era muy sabrosa, el mantel era de algodón fino, muy agradable al tacto, en fin, recomendará el lugar. El auditivo comentará que la gente hablaba muy fuerte y la música era demasiado alta y no recomendará el lugar. Igual y la comida le pareció rica pero le dio más importancia a los elementos auditivos y llega a una conclusión diferente a la del kinestésico sobre el lugar al que fueron.

Esto me lleva a pensar que para educar a nuestros niños y jóvenes, también necesitamos entender cómo perciben el mundo, sea para entender sus miedos, preocupaciones, travesuras o inseguridades. Una vez que entendamos mediante qué sentido o Sistema de Representación ellos crean su mundo, podremos tratar de privilegiar la comunicación a través del sentido que influye en su mapa. También, podremos incentivar los otros sentidos para que pueda ampliar su mapa de la realidad tanto para que sea capaz de evaluar mejor su posición en el mundo como de entender a los demás.

Ponernos en los zapatos de otros nos permite tener otra perspectiva sobre una misma realidad y ser más empáticos. En PNL esta perspectiva se llama “posición de percepción o perceptual”. La primera posición corresponde al punto de vista propio, la segunda es cuando nos ponemos en el lugar del otro y la tercera es la del observador. Existe una cuarta posición, algo compleja ya que corresponde a un “nosotros” donde se respetan las tres primeras posiciones. La segunda posición es la de ponerse en los zapatos de los otros, pero ¿cómo hacerlo? Rosetta Forner da algunas pistas en el capítulo “Las posiciones perceptuales”. Propone empezar por fijarse en algo característico del otro, puede ser un ademán, su voz, su risa etc..

Empezar por algo visible puede darnos la base de un primer juego con nuestros niños que a veces pueden llegar a hacerlo espontáneamente. Es el juego del loro, repetir todo lo que el otro dice, cosa que de seguro ya hacen para divertirse algunos niños al ver desesperarse al que se está imitando. Pero esto, a mi parecer sólo demuestra que tendemos a imitar a los demás naturalmente. Construimos nuestra identidad en relación con la de los demás. Imitar a otro es algo natural - por lo menos hasta cierto punto - luego habrá que hacerse de un criterio propio para saber si adoptamos, adaptamos o rechazamos lo que vemos.

Podemos jugar al loro, acordando algunas reglas - la idea no es generar una pelea o desesperación - como cuánto tiempo va a durar el juego y en qué contexto va a realizarse. El contexto, es saber si se va a hacer en un momento específico, dentro de un tiempo dedicado al juego, o proponer que se inicie en cualquier momento del día, cuando uno sienta por ejemplo que la persona a la que va a imitar hace algo peculiar o muy característico. Podemos imaginar a una mamá que cuando platica con la vecina habla de una forma diferente a la que suele hablar con su familia y esto le fascina a su hijo/a entonces sentirá más atractivo el juego del loro en ese momento. En este caso, es muy importante que el adulto siga el juego, aunque no sea muy cómodo sobre todo si ocurre fuera del contexto familiar pero debe ser coherente con la propuesta inicial del juego que es el de ponerse en los zapatos del otro. La idea es que no sólo el papá o la mamá entren al mundo del hijo sino que éste pueda también entrar al suyo.

Este juego puede ayudarnos a entender qué le llama la atención al otro de nosotros mismos, de esta forma podemos llegar a descubrir facetas de nuestra forma de ser que quizá ni nos damos cuenta que existen. Y a la vez, al imitar nosotros a otros, ellos se darán cuenta de cómo los percibimos. De tal forma que, por las dos partes habrá mayor entendimiento de sí mismo y del otro. 

Esta dinámica puede también aplicarse en un salón de clase, por ejemplo se puede aprovechar para mejorar la comunicación entre dos compañeros que no se llevan bien. Después de este juego, obviamente el maestro tendrá que buscar la retroalimentación de los alumnos para que expresen cómo se sintieron y ayudarles a descifrar un poco su relación con el otro compañero. El juego del loro se limita a imitar verbalmente al otro aunque muchas veces viene acompañado de muecas y gestos ya que el lenguaje corporal suele seguir naturalmente el lenguaje verbal.

Si queremos llevar más allá este juego, podemos jugar al espejo, no sólo imitaremos verbalmente sino corporalmente al otro. Esta vez no sólo se trata de repetir lo que dice el otro e imitar su tono de voz sino también sus actitudes, si se sienta, me siento; si camina, camino etc. En este caso puede incluso que ninguno de los dos hablen. Podemos usar esta dinámica para entender cómo se siente el otro en alguna situación particular, por ejemplo si cada noche me cuesta acostar a mi hijo porque no quiere ir a la cama, puedo empezar este juego después de la cena, para quizá experimentar el momento en el que ya se pone nervioso, darme cuenta de algo que hace pero que no noto normalmente porque estoy limpiando la cocina, o algo que no hace y que quizá si lo hiciera le podría ayudar a relajarse e irse a la cama de buena gana. Evidentemente, en este caso habrá que aceptar jugar el juego también al revés, que nuestros hijos nos imiten, no sólo para que accedan a jugar sino porque como lo comenté anteriormente nos pueden hacer consciente de algunas actitudes que impactan tanto en nuestra propia vida como en la de los demás. 



Mylene


Fuentes:
Rosetta Forner, PNL para todos, ed. Quarzo.
Imagen: https://static.pexels.com/photos/267309/pexels-photo-267309.jpeg




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